dimarts, 25 de febrer del 2014

Querer a.






Y ella estaba allí, mirando por la ventana desde el asiento del medio, con su perfil contrastando con la luz peculiar del sol a aquellas horas.
Volando a kilómetros de la tierra o a centímetros del cielo. Eso nunca se sabrá.
Tenía ganas de su boca, de sus manos, de su piel, de sus suspiros, vete tu a saber de qué más.
Y joder, dos años esperando para finalmente encontrar a alguien que valiera la pena. Y escapandose de su peor pesadilla para pasar la mejor semana de su vida a su lado. Renta, claro que lo hace.

                                                                          * * *

Y de repente la besó. Vete tu a saber porque. Quizás por apetito, quizás porque moría, quizás por las ganas que lo mataban. Su profesor particular de por qués y sus tildes.
Y la luz que ya no existía o se había vuelto negra. Negra como la mirada de ella al mirarlo fijamente. De eso que no sabes qué piensa, qué realmente observa ni qué realmente respira.
Su criatura favorita, qué más da si no pertenecía a aquél planeta, habían aprendido a quererse y aceptarse, o al revés o boca abajo. Y eran diferentes, tan diferentes al resto que actuaban por poemas de Cortázar.

Y ahora practiquemos el séptimo capítulo. ¡Juguemos al cíclope! - dijo ella emocionada.

Y así acabaron, entre poemas y sábanas, entre carmín y olor a tabaco, entre sonrisas expuestas y lágrimas escondidas, entre extremidades y abrazos. Y qué mejor manera de estudiar la anatomía humana, que recorriendo con la boca la piel de tu humano favorito.

                                                                       * * *
Y el sol salió. Su vida era eso. Levantarse, resistir, avergonzarse, apagarse, esconderse y de nuevo todo, y así viendo mil vidas más, sin nunca acabar de morir, sin nunca acabar de fundirse.
Pero no la vida del sol, si no la de ella. El sol a su diferencia siempre lucía fuerte, siempre lucía igual. Ni altos ni bajos, ni más ni menos.
Y sus ojos, bonitamente cerrados debieron abrirse por culpa del señor sol, y que pesado podía llegar a ser.
Y le vio, allí a su lado, casi sin respirar, y ojalá poder inmortalizar aquél momento. Su belleza, la que él siempre negaba, se apreciaba en cualquier medida, en cualquier estado, desde cualquier ángulo, en cualquier hora. Y le quería, le quería demasiado como para encontrar palabras o alguna explicación.
Frustración era su segundo nombre, ya que apellido le quedaba demasiado lejos. Nunca encointraba las letras exactas para juntarlas y que cobrasen el sentido que ella quería. No explicaban lo que le quería, como le queria, no sabía explicar que siempre lo quería, no sabía contar que en todos los sitios le deseaba.
Frustración era su segundo nombre, pero pronto sería sustituido por Rota. Le quedaba bien. Siempre le quedaba bien después de querer. Querer era lo que peor sabía hacer, y lo que más le gustaba. Sobretodo si seguí a del a.

 Querer a.

Quererlo a él. 

Este debería de ser su nombre. Nada la definía mejor (por desgracia.)

dimecres, 5 de febrer del 2014

No-normas.



Podríamos hablar de no-normas, de esas cuatro palabrerías escritas en un papel, a veces con suerte en un cartel, que te incitan a hacer exactamente lo contrario a lo que dicen.
'Que no toque, dice' que como buena rebelde con causa, que como buena admiradora de James Dean, digo y desdigo que tocaré y retocaré con todas las partes del cuerpo dicho objeto in-tocable casi in-visible.
Es como que me digan que no te quiera. Para decirme eso que hablen de imposibles, que es menos de lo mismo. Es como susurrarme lentamente al oído que no grite mientras lo hago. Lo mismo que decirle a una niña de cinco años con faldas exageradamente ligeras que no gire, al ver que siente el aire entre sus extremidades inferiores y al ver su falda hincharse como si de una amapola invertida se tratara.
Intentar que alguien cumpla las normas es de tontos, tan inútil como lo que aprendo sentada siete horas diarias, tan menos útil como lo que he aprendido yo sola viviendo.
Dile tu a una niña triste que no arranque la rosa marchita. Dímelo a mi, que haré como quién oye el viento. Que haré como quién ve el oxigeno. Que haré como quién nota la sangre. Que haré como quién entiende el chiste a la primera.
Es como suplicarme que no sueñe imposibles, que me des-enamoré de él, que deje de mirar nuestra película que deje de escuchar nuestras canciones.
Al igual que pedirle a la tierra que se allane, lo mismo que pedirle al mar que se vaporice.
¡Pedís imposibles a personas que a la de no ya dicen sí, y a la de sí ya lo niegan todo y más!
¡Hagamos de su piel pura poesía, y de sus ojos arte puro!
¡Pidamos al cigarro consumido que se re-construya otra vez!
¡Roguemos al vapor de agua que en agua húmeda se convierta de nuevo!

Estupideces y demás, pérdidas de tiempo en advertencias que serán destrozadas, pisadas, y menospreciadas, hasta puede que por el mismo que las ha creado en otro sitio.

dissabte, 1 de febrer del 2014

Anatomíamorosa.

Que sepa el mundo que estoy perdida, pero que no sepa dónde. 
En lugares escondidos vete a saber tu dónde. En lugares conocidos por la mayoría de la hipócrita población. 
Quizás esté en la comisura de tus labios, o colgando de tu uña corazón. 
Puede que esté memorizando cada uno de tus lunares para luego no perderme por aquellos lugares. 
O quién sabe si estoy saltando en tu barriga y esos saltos son las mariposas que crees sentir. 
Investigando entre tus pestañas, o quizás diferenciando colorantes en tu iris. 
A lo mejor estoy en tus oídos susurrándote a las ocho de la mañana lo mucho que te quiero y te desquiero. 
Explicándote que del amor al odio hay un paso y yo soy este jodido paso. 
El paso de un segundo, el paso que nos jodió. La pisada que nos maldijo, la maldición que nos condujo a esta relación; nominada por su destreza en cagarla mil veces por segundo. 
Le dije a tu corazón que me quisiera o él me dijo a mi que me querías, no me acuerdo precisamente de la conversación; ya que me puse a saltar como la loca que soy, como la loca que conoces. 
También dí vueltas por la palma de tu manos hasta que la cerraste por culpa del cosquilleo. 
No me hiciste daño, fue una fuerte caricia. Una caricia que dejó marca. Me dejó unas pequeñas marcas en la muñeca, y unas cuantas lágrimas en el mentón. Nada que destacar. 
Vi con tus pupilas nuestra película hasta después del silencio que se formó entre nuestras dos personas.
Ellas me dijeron que me echabas de menos, no me las creí. Nunca he creído en lo que los ojos ven. Sin embargo siempre he creído en ti. 
Y esos 'que te quiero' dichos a primera mano junto a un auricular, sus perfectos decibelios fueron orgasmo para mis oídos, lágrimas para mis ojos y sonrisa para mis labios. 
Ojalá haber sentido tus abrazos, y tus besos por mis pecas. 
Ojalá haber visto la ópera y ojalá no haber renunciado a todo.  
Nunca entenderé el porqué de ese 'quiero vivir en un mundo humano', como si todos mis sentimientos fueran fantasía y los tuyos fueran puro miedo. 
Juro que puedo hablar con tu piel de todo lo que me plazca, juro que puedo convencer a tu alma de bailar un vals. 
'Prometo no dejar de querer tu persona, prometo de no dejar de quererte a ti.' 
Sueño que aún sigo en tu uña corazón, sueño que aún ando por la comisura de tus labios. Imagino que aún hablo con tus pupilas y que tu corazón aún me cuenta lo mucho que me quiere. 

Y mi corazón mientras tanto va deseando que no fueran mentiras, mis ojos que fuera todo verdad, y mis oídos que las palabras que tragó no fueran en vano. Mi boca reza para que los 'te quiero' que pronunció aún permanezcan marcados a fuego en tu pecho izquierdo, dónde algún día mi pelo debía reposar. Y mis manos aún anhelan las tuyas al bailar, al pensar, al escribir, al tocar, al respirar, al vivir. 

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