dijous, 29 d’agost del 2013

Excepciones.

Y el invierno llegó. Llegó en sus ojos, llegó en su alma, llegó en su ciudad. Las luces, algunas parpadeantes iluminaban la carretera. El frío cubría las aceras, y su respiración rápida se delataba por el vapor que de sus labios salía. Su pelo caía casi cubriéndole los ojos, alborotado, ya demasiado largo para su gusto. Le temblaban las manos, y no precisamente del frío. Puede que del defraude, quizás del alivio.
Se lo esperaba. Sólo se podía notar que lo esperaba. Sabía que le quería pero no lo suficiente. Él no le podía dar lo que ella deseaba, y eso le provocaba una impotencia descomunal. ¿Por qué no era él suficiente? ¿Y dónde quedó la leyenda que dice que los cabrones son los tíos y las engañadas las tías?
Encendió el cigarro y se paró encima de un puente. La noche caía por cada centímetro cuadrado. No había ninguna alma andante por ahí, a parte de un gato negro que corría sigilosamente por el borde de piedra. Quisiera ser un gato; pensó. Un gato negro. Deseándole la mala suerte a todos sin yo ser consciente de eso. ¿Por qué no? Saber caer de pie, sin daños colaterales. 
Tenerle miedo al dolor, intentar esquivarlo. Intentar pasar de largo, hacer cómo si no le importara. Lo intenta, pero sin embargo no puede. Peor que las matemáticas o la química. Peor que las lecciones o que la vida. Ver sus labios rosas encima de aquellos que le eran desconocidos.
Se atrevería a decir que echó dos años a la mierda. Ella... Él tardaría en asimilarlo. Desde un punto de vista exterior se podía ver que eran una pareja feliz. ¿Qué pasó? Que no todos los tíos son cabrones y no todas las tías son unas santas. Que no todos los tíos son unos dulces, y no todas las tías son unas putas.
Que hay excepciones en todo, y es que las reglas deben confirmarse.

divendres, 23 d’agost del 2013

S de siempre.

Y por lo menos ella me hace sentir que a alguien le importo, que alguien me quiere, no sé. Lo único que sé es que se ha ganado una buena parte de mi en menos de un año. Y qué año.
En un año he pasado de estar feliz a simplemente estar. Pero tener a personas que te ayudan a surgir de tus cenizas es reconfortante.
Cuando te sientes sola, o simplemente no quieres vivir, aparece una de las pocas personas que (verdaderamente) tienes, y te recuerda que vales, que no vives en vano, que tu vida tiene sentido, y que si no quieres vivir por ti misma, que lo hagas por ellos. Que te necesitan, que necesitan tu sonrisa, tu risa o tu humor (aunque sea de los peores). Que ellos hacen que tu vida cobre sentido, que ellos son capaces de dar un giro de 180 a tu día con un abrir y cerrar de ojos.
Hay las típicas personas que tienen miles de esos, miles personas con las quien compartir los buenos momentos, luego se hunden y ven que no tienen a nadie. Yo soy del pequeño porcentaje que tiene a sólo (y agradecida que estoy) dos personas, con quién contar en las malas y con quién disfrutar en las buenas. 
Ella sin duda es una. 
Estar con alguien y sentir que puedes con todo. Hablar con alguien y sentir que todo lo oscuro se ha ido. Pensar en alguien y decir: Se lo prometí y confió, y no, no le voy a fallar. Y entonces te paras, y piensas, y te preocupas y joder, ¿y si ella no cumple su promesa? ¿Y si ella no puede con todo? ¿Qué hago yo? Entonces te miras al espejo y ves que nunca serás tanto para ella cómo lo es ella para ti. Pero bah, qué más da. 

Silencio. 
Tiempo sin hablar. 
Ya has mejorado. 
O eso crees. 
Ella ya no está. 
Meses. (Quizás no tanto.) 
Pero ya nada es cómo antes.
 Quizás tu deberías preocuparte por ella. ¿No? 
Quizás es tu turno. 

Y sí, lo era. Era hora de dejar mis problemas de lado e intentar que su sonrisa apareciera cómo ella hizo con la mía. Y lo intentas, y juras, y prometes, y pones tu vida en ello. Que si tu haces x yo haré y. Pero no. Todo permanece allí. 

Y ahora. Al cabo de unos meses. Piensas... ¿Cómo se lo agradeceré? ¿Qué puedo hacer para devolverle todo lo que ha hecho por mi? 
Y sé que no puedo hacer nada, sé que mis palabras son en vano, y que mis promesas no funcionan. 
Y ya véis, la única alternativa que me queda es quedarme a su lado. Apoyarla en todo. Defensarla ante todos. Y pobre de aquél que le haga daño. Pobre de la zorra que se acerque a ella. Quizás es demasiado. No sé. si algún día se cansa supongo que lo notaré. Pero de mientras, déjame prometerte una cosa; de tu lado, yo no me muevo. 

Que tu y yo contra el jodido mundo, colega. Que esta S es de Siempre. O si no, te lo pido por favor... que lo sea. 


Te quiero. 

dimarts, 20 d’agost del 2013

Inocencia.

Y que todo vuelva a ser cómo antes. Nada de sufrimiento. Nada de lágrimas. Más sonrisas y más abrazos. Con la misma música y el mismo humor. Con los mismos amigos aunque ya hayan madurado. Haciendo el gilipollas cómo se hacía antes, y no haciéndose el maduro cómo se hace ahora.
¡Que las cosas antiguas aún se conserven!
Los viernes por la tarde; calle arriba, calle abajo. Un banco, un bar. Calle abajo, calle arriba.
Con dos grupos, quizás tres pero hablando entre todos. ¡Que las miradas surjan! ¡Que las sonrisas aparezcan!
Las mismas parejas que antes, intercambiando miradas entre si. Cuando el adulterio era cosa de niños, cuando los enojos no se tomaban en serio. Cuando con un simple perdón toda la malicia se iba, cuando la inmadurez tapaba la realidad.
¿Dónde quedó todo eso? ¿Quien lo enterró? ¡Maldita sea el que se llevo mi parte infantil!
¿Que es eso del sufrimiento? ¿Quien lo inventó? Corazón frío el suyo, queriendo que tanta gente las pase putas.
'Mal de amores' decían aquellos niños de 12 años cuando de amor no sabían ni el significado.
Sonrisas inocentes. Miradas sin malicia. Perdones sin rencor. Abrazos sin envidia. Besos sin celos. Pasos sin defraude. Y repetir mil veces: ¡Bendita sea la inocencia de aquellos que aún la poseen!

diumenge, 18 d’agost del 2013

Ella, junto a él.

Y lo tenía allí. Justo enfrente. Su mirada sobre sus ojos escondidos detrás de un mechón de pelo. Una sonrisa tímida apreció en sus labios y él acercó su mano a su cintura. Sus manos se pusieron en sus curvas tapadas simplemente por una simple capa de ropa, un simple camisón negro. Ella suspiró. El frío del invierno aún se interponía entre el contacto de los dos cuerpos. El contacto de sus dedos en la curva de su cadera hacía que todo su cuerpo se estremeciera. Él lo notó y acercó más su cuerpo al suyo. La blancura de la piel de ella contrastaba perfectamente con las manos morenas de él. El pie derecho de ella encajaban entre el espacio de los suyos. Eran cómo un dos piezas de dos puzzles diferentes que encajaban perfectamente. Su melena pelirroja, con la tenue luz que entraba por los ventanales hacía que su pelo fuera del color de un atardecer de otoño. No muy naranja, tampoco muy rojo. No muy oscuro, tampoco muy apagado. Vivo cómo el fuego, pero eso sí, sin quemar. Una sonrisa pícara apareció en los labios de él al estirar el lateral de sus bragas de encaje. Enrolló un mechón de su pelo en su dedo y lo tiró suavemente hacia abajo para poder mirarla directamente a los ojos. La boca de ella quedó ligeramente abierta. Él se mordió los labios y ella se acercó. Sus labios se rozaron y él la besó. Cómo si fuera el primero, aunque fuera el millonésimo beso que le daba aquella noche. Las manos de ella  se camuflaron entre el cabello negro de él. Él la hizo girar de manera que sus cuerpos quedaron cómo si bailando estuvieran. Primero su oreja, después su cuello, seguidamente su clavícula y a continuación perdió la noción del recorrido de su boca. Ella, junto a él, se olvidó del tiempo, ¿que importaban los minutos o las horas cuando se tenían mutuamente?

Ella, junto a él, se perdieron entre sábanas y almohadas.
Ella, junto a el chico que creía que la hacía feliz.
Ella, junto a el chico que por la madrugada marcharía y la dejaría sola.
Ella junto a él, el chico que no vería nunca más.

dissabte, 17 d’agost del 2013

Conciencia.


Puede que sea hora de cambiar. No sé. Dejar todas las preocupaciones atrás. ¿Empezar de 0 cómo si estuviéramos en Roma? Eso es ridículo. No, me refiero a empezar a ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Te será tan difícil cómo la última vez. Quiero decir; si ya hemos sido felices antes, ¿por qué no lo podemos ser ahora? Por que no te lo mereces. Es cómo ir en bici, creo. Una vez aprendes a serlo ya no puedes olvidar cómo ir. Pero tu ya no puedes salir de aquí, cielo. Necesito dejar de creer todo. Nunca estás segura de nada y esto te hace parecer vulnerable. Que es lo que soy, y siempre digo que la falsedad no me gusta... Pero parecer vulnerable hace que te subestimen, y al no creer en mi hacen que yo piense que tienen razón y entonces... me siento pequeña. Muy pequeña. Eres pequeña. Todos te superan y esto es así. Cómo si no perteneciera aquí. Necesito ser feliz... No, eso es mentira.  ¿Pero cual es el motivo? ¿Por qué no podemos ser normales? Quiero decir, hay gente que no es feliz del todo pero vive bien. Cayendo y volviéndose a levantar. Pero tu no puedes. Eres frágil.  ¿Quien ha decidido tu te levantas, tu te quedas abajo y aprendes, tu subes pero eh, tranquilo que luego volverás a caer? Tampoco es que te merezcas ser feliz. Pero si siendo feliz hago que los que quiero lo sean... ¿por qué no? No.  Pero eh, soy buena persona. Ayudo a los demás ¿no? Sí, pero ayudas por qué ellos te han ayudado. Es verdad... ¿Por qué siempre tienes razón? Es fácil convencer a gente frágil. Sí.. supongo que tienes razón. No valgo nada. No, no lo haces. 

divendres, 16 d’agost del 2013

Silencio.

La música sonaba. Pausa. Aquella melodía de piano que tanto penetraba. Pasos. Se sentía libre moviéndose junto la melodía. Vuelta. Poca gente sabe lo que es tener una vía de escapatoria. Salto. Las lágrimas caían por sus mejillas dejando un rastro de rímel difícil de borrar. Caída. ¿Cuantos años hacía que bailaba? 12 son muchos. Brazos. Cómo una pluma o cómo una roca. Ligera y sin dolor. Nunca nadie la había visto bailar de esa forma, intentando contar a las cuatro paredes que la rodeaban cómo se sentía, cuanto machacada y pequeña se sentía. Mirada. Sentirse libre dentro de unos zapatos. Inspira. Sentirse libre al respirar a ocho tiempos. Expira. Sentirse libre al saltar lo más alto posible. Inspira. Sentirse libre conversando con la música. Expira. Sentirse libre al caer correctamente. Inspira. Sentirse libre al girar seis veces seguidas. Expira. Sentirse libre al moverse tan fluidamente cómo su idioma lo hacía por sus labios. Inspira. ¿Y que era la vida si no bailar? Pasos.  Él estaba allí, mirándola cómo si deseara comerla con los ojos. Cadera. Estudiaba sus movimientos cómo si de un libro de texto se tratara. Cabeza. Sin camiseta y en pantalones. Con el pelo despeinado y unos ojos acabados de levantar. Pausa. Ella seguiría bailando haciendo ver que no lo veía. Salto. Mirada. Vuelta. No sabía si era fruto de su imaginación o si él cada vez estaba más cerca. Caída. La música llegaba a sus últimas notas. Silencio. 


'Bailas bien' dijo él moviendo sus labios lentamente. Ella fue hacia el reproductor de música. Aquella mágica caja que reproducía tan hermoso sonido. Siguiente. Respiraba lentamente mientras ella iba a su contratiempo. Play. 



Empezó una melodía. No cómo la otra sino esta vez más calmada. Pero los pasos rápidos quedaban bien en ella. Era.. una melodía flexible.


Ella empezó a moverse. Él lo hizo con ella. Sus cuerpos tocándose. Sus manos agarrándose. Él llevaba los pasos, ella llevaba los tiempos. Él miraba sus ojos. Ella miraba su sonrisa. Minutos de pasos, vueltas, pausas, miradas, caídas, saltos, brazos, caderas, cabezas, pies, silencios, inspiraciones y expiraciones que hacían una tensión sexual irreal. Seis minutos de canción. Seis minutos de real fantasía.

'Tu también bailas.' le dijo ella en medio de un sollozo.
'Sí. Por lo que se ve hablamos el mismo idioma.' dijo él haciéndola girar antes de poner su mano en su cintura.

Noche. Baile. Él. Ella. Desconocidos. ¿Por qué no?

dijous, 15 d’agost del 2013

Frío.

Sentada en un banco dando caladas al que sería su último cigarro. Con sus frágiles manos temblando escondidas debajo de su sudadera gris. Olía a él. El frío del invierno hacía de aquél olor más melancólico aún. Su largo pelo negro caía encima de sus hombros cómo una cascada en mitad de la noche, y su carmín resistía en sus labios dejando marcas en el cigarro. La noche caía y el frío se acumulaba en sus venas. Pero no, ella no podía moverse. Aquél lugar era sagrado. Cuando noches de tristeza, de melancolía o de depresiones la evadían, prefería salir y despejarse, que no pensar y asesinar sus pensamientos.
 Su mente era una página de filosofías las 24 horas diarias. Su corazón era una página ya quemada los 7 días semanales. Una calada tras otra, mientras el humo saliendo de su boca se evadía en la oscuridad cómo el anhelo de sus últimas palabras.  Sus pies ya estaban congelados. Las converse a aquellas épocas ya no cubrían el frío, pero sí acompañaban cómo siempre lo habían Hecho. Estaba a pocos pasos de la estación. A pocos pasos de un andén. A pocos pasos de un tren. A pocos pasos de tirarse o viajar. ¿Por qué no coger un viaje sólo de ida e ir al principio del mundo? ¿O a lo más alto de Nueva York? ¿O por qué no a Australia? ¿No decían que era el culo del mundo? Lo único que deseaba en aquél momento era desaparecer. Evadirse cómo el humo de su cigarro. Cómo el aire que salía de su nariz al respirar. Cómo el vapor de agua. La esperanza de volver a verle la abandonaba. El deseo de su piel contra la suya pero, permanecía intacto. Su canción seguía sonando. Coldplay podría ser perfectamente la banda sonora de su vida.


Lights will guide you home 
And ignite your bones 
And I will try to fix you 

Tears stream down your face 
When you lose something you cannot replace 
Tears stream down your face 
And I... 

'Maldita vida injusta.' Pensó. El cigarro se consumió y ella permaneció allí, sentada, esperando a ver si se le ocurría a él, ir al lugar dónde se habían conocido.



dimecres, 14 d’agost del 2013

Fobias y hechos.

Ojos vacíos. Labios pálidos. Mejillas con rímel. Manos temblando. Barriga hacia dentro. Rodillas que no aguantan. Pelo que cae poco a poco. Lágrimas que derraman tristeza deprisa. Corazón que no siente desde hace tiempo. Alma rota desde su primer beso. Vista gris de todo lo que la rodea. Sonrisas que se borraron. Vida que en pocos días terminará. Muñecas llenas de rabia en forma de cortes. Te quieros que ya no importan. Que ya no afectan en absoluto. Insultos que te acabas diciendo tu misma. Abrazos regalados a cambio de sonrisas. Besos regalados después de las lágrimas. Noches llorando. Mañanas llenas de sonrisas falsas. Tenía miedo de sus acciones. Grima de sus pensamientos. Miedo de que sus pesadillas se hicieran realidad. Miedo de que sus sueños permanecieran sueños. Miedo de que sus pies ya no volvieran a bailar. Miedo de lo que diría la gente acerca de ella. Miedo de lo que pensarían los que la rodean. Miedo de las puñaladas por la espalda. Miedo de las mentiras que llegaría a creer. Miedo de que todo terminara mal. Miedo de no llegar a verle. Miedo de perderla a ella también. Miedo de no sobrevivir a un año más. Miedo de quedarse sola. Miedo a ver solo oscuridad. 

30012013J.

'¿Y qué más da? ¿A quién le importa si vivo o muero? Si ya nunca nadie se preocupa por mi.' pensaba entonces. Cuchilla en mano, lágrimas en mis mejillas.
'Eh, no te asustes, eso ya lo has hecho antes.' decía la voz que nunca me abandona, 'simplemente esta vez tienes que presionar más.'
Y mi cabeza no tenía cosas más importantes que hacer que twittearlo.
'Déjate de tonterías y termina ya con todo.' me dijo una vez más.
De repente, quise despedirme. Quise despedirme de esas personas que siempre quisieron verme feliz, hacerme sonreír y hacer cómo si la vida fuera de color rosa. Les agradecía su inocencia. Simplemente me hacían ver más abstracta la realidad.
'Puedes, puedes, puedes, puedes...' repetía.

Y entonces apareció él. Con un simple mensaje que decía: ''No soy quién para meterme pero...'' ¿Qué quiere este ahora? Pensé.
Me educaron para ser amable con la gente así que respondí por simple cortesía. Nunca había hablado con aquél desconocido. Ni siquiera sabía del cierto si era chico o chica.
'En serio, no estoy por tonterías.' pensé. 'Siempre me ha gustado desahogarme, pero, ¿con un desconocido? ¿Y que representa que le tengo que contar?'
Dejé de pensar. Dejé el pequeño trozo de metal en la mesita de noche. Dejé que mis lágrimas cayeran por mis mejillas. Hacía frío. Ni mis dos jerséis podían descongelar el hielo de mis entrañas.
De repente, los dedos se movían solos. Escribir. 140 letras. Enviar. Escribir. Enviar. Escribir. Enviar. Escribir. Enviar. Creo que nunca había contado tanto a alguien. ¿Y por qué a un desconocido? Seguro que él no me juzgaría. Ni siquiera sabía mi nombre.
El hecho de que no te pregunten el nombre ni que te pasa, el hecho de que sólo te den motivos para seguir adelante. Motivos que para ti no son válidos, pero analizados valen la pena.
Y así pasó el tiempo. Hablando de sufrimiento guardado demasiado tiempo.

Un desconocido que pasó a ser lo único que tengo. El único que me ayuda. El único que intenta entenderme.
Y es que cuando el dolor se acumula en el alma, acaba perforándola y dejando ir ese negro sentimiento poco a poco.

Cojines de pluma, rímel en las mejillas, uñas marcadas en la palma de la mano. Un desconocido. Preocupación. Una mañana.

La mañana del 30.

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